Dos días son los que llegamos a medio día a casa de trabajar, de la piscina, de clases, de la compra o de "papeles" y nos enteramos por la tele o una vecina de que ha habido un atentado de ETA. El de ayer fue espectacular por su dimensión y hoy horrible por su forma y final. Los doscientos kilos de explosivos situados en una furgoneta modificada para parecer del barrio provocaron el destrozo de catorce planta de la casa cuartel y un cráter de un metro y medio. Increíble.
Lo de hoy es distinto. Mucho más selectivos y casi sin oportunidad al fallo, hacen explotar por control remoto una bomba lapa en un coche al paso de un vehículo de la guardia civil. Los dos ocupantes mueren y con ellos la vida de muchas personas con las que la compartían.
Cuando perdemos la vida de un ser querido o apreciado por una fatalidad, un accidente pensamos en la mala suerte. Si la perdemos por una enfermedad actúan la fatalidad y la condición de ser vivo. Pero, desgraciadamente, cuando hay una muerte por causas ideológicas, como es el asesinato vil y rastrero a la distancia de dos personas, es incomprensible. Estas muertes son una sinrazón apoyada en la condición de trabajador al servicio del estado, como el funcionario de una ventanilla de sellado de la seguridad social. Simplemente les ha tocado a ellos ir en ese coche y han volado por los aires. Espantoso.
Ya escribiendo desde la individualidad, no desde el colectivo, en recientes fechas estuve en una Herriko tarberna en el casco viejo de Bilbao. A lo lejos no se diferencia de cualquier bar normal, pero si te fijas observas cuadros de personas con escritos en Vasco (siento mi ignorancia pero no lo he aprendido). Sigues leyendo y viendo carteles y te das cuenta de que son fotos de presos o muertos de ETA. Los carteles tienen mensajes en favor a la reunificación, enardeciendo la lucha terrorista.
Sales de una y entras a otra, pues el tapeo en zig zag es común, y observas como todos los bares son similares, incluso alguno tiene en el enrejado exterior el tetrasque (o lauburu en vasco), símbolo neofascista. Durante demasiado tiempo se ha consentido la presencia de ETA en la vida normal y tiene que cambiar. Patxi y Basagoiti, esperamos que seáis capaces de acabar con esta lacra. Lo necesitamos.
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